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En México y en el mundo, las y los trabajadores sufrimos el efecto devastador de una profunda crisis del sistema capitalista que se profundizó por la pandemia del Covid 19. A partir del paro económico provocado por las medidas sanitarias implementadas en todo el mundo, las y los trabajadores observamos como aumentaron de forma desmedida los indicadores de pobreza y desigualdad, mientras que los grandes empresarios incrementaron aún más sus riquezas.

La llamada reactivación económica ha sido cargada sobre los hombros de la clase trabajadora, castigando el poder adquisitivo de los salarios, reduciendo el presupuesto social, limitando el ejercicio de derechos políticos, laborales y sociales, precarizando las condiciones de vida y de trabajo de mayor parte de la población, etc., mientras que se privilegia la lógica del sistema capitalista bajo el argumento de facilitar la recuperación del empleo.

Esta crisis golpea doblemente a las mujeres pobres y trabajadoras, ya que son mayoría en el sector informal y son las que reciben menos ingresos, es decir, tienen los trabajos más precarizados con nulos derechos laborales, además de ser las más vulnerables a los despidos o bajas salariales, aunado a ello, enfrentan el aumento de la violencia de género en el país.

En el terreno sindical, observamos con preocupación que, lejos de aprovechar las oportunidades que ofrece la limitada reforma a la Ley Federal del Trabajo de 2019 para fortalecer la libertad sindical, el derecho de asociación, la negociación colectiva auténtica y el derecho de huelga, con la democratización e incorporación de mujeres en las direcciones sindicales, así como el destierro de la corrupción del mundo sindical y del trabajo que le acompañan, el gobierno de López Obrador prefiere privilegiar la relación con el viejo aparato charro en la ruta de construcción de un nuevo corporativismo que simula cumplir con las exigencias comprometidas en el Capítulo Laboral del T-MEC y la nueva norma laboral.

El sindicalismo democrático e independiente no es tomado en cuenta, ni se escuchan sus propuestas y menos aún sus demandas, los conflictos laborales no encuentran la satisfacción de sus justas demandas, alargando la injusticia en contra de miles de trabajadores, imponiendo de facto una política antisindical. Se insiste en las mismas medidas del pasado con persistencia de los topes salariales y la precariedad de empleo, así como el golpeteo a las luchas de trabajadores y trabajadoras.

Además de la crisis económica y sanitaria, se suman como temas que debemos contemplar dentro de nuestro análisis: la pugna geopolítica imperialista de la guerra en Ucrania, las crisis energética, alimentaria y ambiental, la inflación como fenómeno generalizado y la recesión de la economía mundial.

De forma particular, en México nos encontramos en un ambiente político cada vez más polarizado, que se muestra como antesala de la disputa por la sucesión presidencial de 2024, además de la violencia provocada por la delincuencia organizada, que ha llevado a la más terrible crisis de derechos humanos de la historia moderna de nuestro país, que abarca miles de ejecuciones extrajudiciales y desapariciones, también sobresale la alarmante violencia en contra de las mujeres como una de las caras más opresivas de la sociedad capitalista.

Ante este panorama las y los trabajadores debemos reactivarnos como sujeto político del cambio social, romper con la inercia de inmovilidad impuesta por la pandemia y hacer escuchar nuestras propuestas políticas avanzando en la articulación de nuestras resistencias con otros sectores sociales y populares. Como un paso para esta reactivación y reencuentro proponemos discutir profundamente el conjunto de las problemáticas que nos aquejan como clase social, a fin de encontrar puentes o puntos comunes, para dar una salida a la insostenible crisis que vivimos, colocando en el centro los intereses del pueblo y los trabajadores.